El miedo al rechazo nos hace buscar la aceptación de muchas formas. La aceptación de nuestra pareja, en un equipo, en los grupos de trabajo, nos sometemos a valores no escritos de la familia, nos unimos a creencias religiosas y pertenecemos a alguna ideología política. Sentimos miedo a no pertenecer y ser rechazados. Este miedo nos convierte en personas dependientes, sometidas y adictas.
El miedo al rechazo siempre será doloroso y adictivo al mismo tiempo. El rechazo genera ira y con ello deseos de venganza. Es por ello, que el rechazo genera violencia y emocionalmente es muy difícil que quien fue rechazado se aleje de su agresor. Es importante tener en cuenta que el miedo al rechazo lo puede sufrir cualquier persona, hasta aquella socialmente más integrada.
Durante la secundaria, sufrí de rechazo por parte de un grupo de compañeras de clase. Este era un grupo con condiciones totalmente distintas a las mías, pero como eran las más populares quería a como diera lugar integrarme. Comencé a exigirle a mis padres que me comprasen mochila y zapatos de marca, situación imposible porque ellos no contaban con recursos económicos para cubrirme esos lujos. Siempre recuerdo que llegué a pedir deportivos prestados para la clase de educación física y éstos como no eran de mi talla, se me dificultaba correr situación que aprovechaban para burlarse de mí. Me sentía marginada y para remediar la situación les hacía las tareas, los dibujos y hasta llegué a hacerle los exámenes, esto con tal que me permitieran estar con ellas.
Pero me pasó algo muy gracioso, porque un buen día me abordó un compañero de clases en la cantina escolar y me preguntó qué porqué yo permitía que esas muchachas se burlasen de mí, si en realidad yo no encajaba en ese rompecabezas. Pero, mi afán de integrarme a ese grupo era muy fuerte y decidí seguir con mi propósito. Todas tenían lo suyo, pero había una a quien de verdad le tenía mucha rabia porque era la más engreída. Y, es entonces cuando inicié mi plan de venganza. Me juré no retirarme hasta no concretar lo que tenía en mente.
Llega el examen final de matemáticas y ella necesitaba sacar buena nota, sabía que me buscaría porque era mal estudiante. Al entrar al salón me llama y me dice que me había llevado algo para que le ayudase con el examen. Inmediatamente, pensé en mi plan. Le dije muchas gracias, no hay problema. Ella tomó asiento detrás del mío, para mayor comodidad. Nos entregaron el examen y es entonces cuando inicio mi venganza. No, le resolví el examen, terminé el mío y me retiré del salón.
Para no ser víctimas del miedo al rechazo, o del rechazo mismo, debemos aprender a reconocerlo y gestionarlo, porque no sólo somos vulnerables a la ofensa, sino también a que la ofensa se produzca.
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