sábado, 10 de julio de 2021

LIBÉRATE DE LOS ZAPATOS APRETADOS

 



¿Cuántas veces has caminado con zapatos apretados?

No, sé tú, pero a mí, me ha tocado caminar con ellos en varias oportunidades. 

Eso es horrible…¡¡¡

Recuerdo que cuando niña, esto se convertía en algo normal. En ocasiones me tocaba compartir con mis hermanas los zapatos escolares. Cuando eso sucedía no soportaba caminar, ese día para mí se convertía en una tortura, todo me dolía y lo peor: no podía decir nada. Lo cómico de la situación era que a algunas le quedaban grandes y a otras pequeños. No veía el momento de poder tener mis propios zapatos. 

Durante la clase no me levantada de mi asiento, muchas veces aguantaba las ganas de ir al baño para no caminar. Mis compañeros de clases cuando me veían caminando medio raro se burlaban y me decían cosas. Hubo momentos que hasta me pisaban los pies para hacerme sentir mal. A todas estas, aguantaba mi pena y mi dolor. 

Mi casa estaba bastante retirada del centro educativo y cuando sonaba el timbre anunciando el fin de la jornada escolar, mi corazón se alegraba y no veía el momento de encontrarme con mi mamá. Mi mamá, como buena conocedora de lo que pasaba, venía a mi encuentro y me traía mis sandalias de diario, viejitas pero sabrosas para caminar. Cuando me quitaba los zapatos, mis dedos estaban doblados y me dolían bárbaramente. 

El día que mi mamá no podía ir a mi encuentro, cruzaba las calles calzada, pero cuando ya sabía que nadie me vería me quitaba los zapatos y seguía mi ruta descalza. Para mí eso era lo máximo, libertad total, corría y cantaba. Estaba feliz porque ya mis pies se habían liberado del yugo. 

Un buen día se me ocurrió una idea loca y le dije a mi mamá que no me fuese a buscar al colegio porque me regresaría con uno de mis tíos. Todo era mentira. Me dije que la única manera de poder tener zapatos nuevos era botando los que me causaban tanto malestar. Estaba ansiosa por escuchar el timbre anunciando la retirada y cuando lo escuché fui la primera en salir, no me importó como caminaba ni quien se burlase de mí. No sé cómo corrí…pero iba a toda máquina.

No obstante, tuve que tomar otro trayecto que igual me conduciría hasta mi casa, debido a que sería la que me permitiría concretar mi idea. Cuando adentré al camino, lo primero que hice fue quitarme el zapato que más me molestaba y lo tiré hacia el bosque, seguidamente me quité el otro e hice la misma operación.  Por mi mente de niña pasaron muchas cosas, sabía que me castigarían por lo que había hecho; sin embargo, iba dispuesta a todo.

Cuando entré a la casa, mi mamá estaba en la cocina y sin darle tiempo a preguntas le dije: lancé los zapatos al bosque. La mirada de mi mamá me perturbó, pero para mi sorpresa, mi madre me abrazó y llorando me dijo: cálmate hijita, pronto tendrás tus propios zapatos que te quedaran a tu medida y podrás caminar sin sufrimiento.

Ahora te preguntarás, cuál es la moraleja de ésta historia.

Pues muy sencilla…Con el tiempo aprendí que:

En la vida hemos tenido algunos zapatos que nos han hecho sufrir. Sin embargo, caminamos con ellos fingiendo que nos quedan bien. Le buscamos la vuelta de mil maneras procurando que no nos molesten tanto, pero que va... Igual, siguen molestándonos y hasta soportamos el dolor algunas veces sin darnos cuenta, hasta que llega alguien y nos lo hace entender de alguna manera. 

Las relaciones tóxicas son como los zapatos apretados, hasta que no termines con ella seguirás sufriendo. Siempre te vas a encontrar con personas que molestarán tu vida, que no te aportarán nada productivo y que envidiarán tus proyectos, entre otras cosas. No obstante, saber reconocer ese zapato apretado será tu herramienta para liberarte de tus ataduras.

Muchas veces nos acostumbramos tanto a los zapatos apretados, que nos olvidamos de nuestra libertad y autonomía. Soportamos el sufrimiento para aparentar una vida plena y feliz, cuando en realidad ningún dolor se puede ocultar. 

El dolor físico es el que menos soportamos, por ello, es más fácil tirar el zapato que nos queda apretado al cesto o regalarlo, que liberarnos del sufrimiento interno. Este sufrimiento algunas veces se convierte en una forma de vida, sin importar el daño que cause. 

Particularmente, tuve tiempo usando zapatos apretados, en mi niñez por razones económicas y de adulta porque pensaba que nunca iba a encontrar unos zapatos que se ajustasen a mis pies. Hasta que un buen día, sucedió lo que tenía que suceder y logré liberarme de ese par de zapatos. Cuando lo hice me sentí otra persona, internamente se me habían secado todas las heridas y recordé aquel día cuando tiré los zapatos al bosque. Fue una sensación indescriptible. 

Así pues, te invito a no usar zapatos apretados porque no sólo dañaran tus pies, sino tu forma de vida.

Dile no a los zapatos apretados...¡¡¡



Anterior
Próximo

post written by:

Aprende conmigo, es un sitio de autoayuda creado para compartir e intercambiar mis experiencias y vivencias conquistadas través de este hermoso viaje llamado VIDA, el cual no ha ido fácil. Sin embargo, enfrentarme a diversas situaciones me encaminaron a descubrir que somos capaces de vencer cualquier obstáculo siempre y cuando tengamos confianza en nosotros mismos. La vida misma, nos va guiando y enseñando diferentes modos de verla y está en nosotros buscar, mirar y escoger lo que nos gustaría ser, hacer y tener. Tenemos el libre albedrío, el cual también nos convertirá en exitosos o fracasados, tomando en cuenta que los fracasos es una herramienta que nos permite descubrir donde fallamos. En éste blog encontrarás un conjunto de técnicas que te ayudarán a impulsar tu desarrollo personal y profesional, a través de nuevas ideas o formas de pensamientos que te permitan generar cambios positivos en tu comportamiento y actitudes, dando como resultado una mejor calidad de vida y el logro de tus objetivos o metas. Así, qué si queremos hacer algo distinto con nuestra vida, lo único que debemos hacer es salir de nuestra “zona de confort”.

0 comentarios: