lunes, 1 de noviembre de 2021




Para quien vive con la verdad, vivir en un mundo de mentirosos es difícil, debido a que la mentira se ha vuelto costumbre. No existen mentiras blancas o mentiras negras, al final, igual siguen siendo mentiras. Lo cierto es, que parece que hace más daño decir la verdad, sin darnos cuenta, que la mentira es una debilidad de las personas cobardes.

Lamentablemente, en éste mundo la honestidad pasó a un segundo plano. Se suele generar más ganancia con la mentira que con la verdad. La mentira corre y la verdad camina, esto hace que la mentira siempre llegue primero que la verdad. 

Decía Mahatma Ghandi: Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira. Pero, el detalle está en que casi nadie quiere ser vencido, la mayoría aspira ganar y desafortunadamente existen muchos que optan por taparse los oídos ante la verdad. Y, como dicen en mi pueblo: La verdad duele, pica y da carraspera. Es cierto que la verdad duele, pero es un dolor mucho más sano y pasajero que la mentira.

Si nos detenemos a pensar, la mayoría tiene la costumbre de mentir por todo y para todo. Esto lo podemos comprobar con personas ligadas a nuestro círculo, que ya están etiquetadas como mentirosas. En una oportunidad, le pregunté a una compañera: ¿Por qué dices tantas mentiras?, su respuesta: no me gusta dar explicaciones.  

Cuando la persona se acostumbra a hablar con mentiras, vivirá engañada toda su vida. Lo impresionante de éste tipo de personas es, que tienen una habilidad tan especial para mentir, que te convencen en fracciones de segundos con sus palabras y muchas veces hasta le ponen toques de lágrimas para hacerlas más real. 

¡Te llamo más tarde!; cuando no tienes ningún interés en hacerlo. ¡Tengo que visitar a mis padres!; cuando en realidad no quieres salir con esa persona. ¡Déjalo en mis manos, lo resolveré!; cuando sabes que no tienes intención de resolver nada y luego tendrás que inventar otra mentira.

Podría seguir citando ejemplos, que todos vivimos, y que con una verdad no se generarían falsas expectativas a nadie y así las personas no perderían su tiempo. 

Se dice, que la verdad no mancha los labios de quien la dice, sino la conciencia de quien la oculta. La verdad puede llegar a ser dolorosa, pero si es así, ¿cómo definiríamos la mentira? ¿No es mucho más cruel engañar? ¿La consecuencia de la mentira no será siempre más pesada que la cruel realidad de la verdad?

Decía Mark Twain:  si siempre dices la verdad, no tendrás que recordar nada. Porque la mentira requiere tener una gran memoria y al mentiroso se le presenta un grave problema: El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera (Alexander Pope).

Por ello, es mejor quedar mal por decir la verdad, que perder la confianza de alguien por mantener una mentira. Sino dices la verdad, alguien la dirá en tu lugar. La verdad, llegará cuando menos se espera y ese día resplandecerá. 

Una verdad puede hacerte llorar un tiempo, pero una mentira te marcará para siempre.

La mentira nunca puede salir del corazón, porque siempre esconde algún interés. Por el contrario, a la verdad se llega no sólo por la razón, sino también por el corazón. 

Dice Alexandru Vlahuța: La verdad espera. Sólo la mentira tiene prisa. Es así, la mentira tiene prisa para conseguir ese fin anhelado, para evitar explicaciones, para ganar tiempo y, sobre todo, para que no se descubra primero la verdad.

El hombre que no teme a la verdad, no tiene nada que temer de las mentiras (Francis Bacon).

En realidad, lo grave no es mentir, sino que una mentira repetida suficiente número de veces se termina convirtiendo en verdad para la mayoría. Porque es más fácil admitir esa mentira repetida, que detenerse a investigar la verdad. 

Si nos detuviéramos a pensar la cantidad de veces que las personas mienten, tal vez nos daríamos cuenta del por qué suceden tantas cosas a nuestro entorno. Lo grave de la situación es, que sin darnos cuenta vamos entrando en el juego de la mentira como otra costumbre más que se ha impuesto, y a la que parece que nadie le da importancia, excepto cuando uno se ve afectado gravemente.

Lo demás son “mentiras piadosas o blancas”, que pensamos que no hacen daña a nadie, esto porque todo el mundo las dice. Entonces, es cuando nos damos cuenta que decir la verdad hace más daño.

La mayoría de las personas están atadas y encarceladas por la mentira, sin percatarse que en la verdad está la verdadera libertad. Las mentiras siempre se presentarán para obtener el propósito deseado, ese propósito que la verdad destruirá en cualquier momento. 

Porque como decía Napoleón Bonaparte: El mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas.

Pero, el castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad (Aristóteles).

No te mantengas atado a las mentiras. Goza la libertad de decir la verdad.